Por la Soberanía y su legítimo ejercicio a una nueva Constitución - Por Francisco Urzúa

¡Objeción de conciencia!
A pesar de considerarme un sujeto con opinión, esta vez, curiosamente algo me ha llevado a mantenerme al margen del proceso, cosa curiosa. Previo a participar activamente del proceso -o instar a que terceros lo hagan- creo imprescindible aclarar primero mi posición como aprendiz de leguleyo, como nacionalista y como ciudadano.

Justificación de una nueva Constitución desde el pensamiento nacionalista.

Don Carlos Keller, abría su conferencia: «Como Salir de la Crisis» dada en la Academia de Guerra del Ejército el 19 de agosto de 1932 con una amarga frase: «No somos alquimistas». Lamentablemente no tenemos la fórmula para convertir plomo en oro. No tenemos la solución, pero la situación de momento no es satisfactoria ¿Es una nueva constitución la solución? Absolutamente no; Una Constitución no es más que un papel con tinta o un documento de texto en un aparato. De que podría contribuir en ello, probablemente pero al menos como única solución que traerá felicidad al pueblo, no ¿Es correcto hablar de La Solución? Tampoco, probablemente la solución a los males que nos aquejan no es unívoca.

Con mayor precisión, don Juan Domingo Perón nos dice que el amor a la Patria es similar al de los hijos para con la madre, no es un amor biológico ni surge por arte de magia, a la Patria se le ama por su abnegación, su sacrificio y solidaridad, ella naturalmente genera en sus hijos el sentimiento de amor y de instinto de protección por solidaridad y conveniencia sin necesidad de discursos ni tonterías por el estilo. Y, es en una constitución donde se puede –y debe– plasmar el espíritu de un pueblo y lo que éste espera de su Estado, los fines que éste ha de tener. Sobre el particular y a riesgo de redundancia, dentro del argot rioplatense figura un término peculiar «patriada» que se usa para hacer referencia precisamente a la empresa dificultosa, su etimología no es baladí sin dudas la Patria tampoco es una empresa fácil ni mucho menos algo estático (connotación dinámica otorgada por el sufijo «ada») la conclusión es clara; la Patria no es un ente heredado ni terminado, es un hacer que nunca acaba y es esa la misión histórica, ejercer y hacer la Patria ensoñada, el día en que una Patria se deje de construir sólo cabrán dos hipótesis: Sus hombres en acto de vanagloria o desidia supina, la sentenciaron a muerte o sus hombres alcanzaron la perfección (cualidad divina, por cierto).

La Institucionalidad pendiente:
A mediados y finales del Siglo XIX Chile se consolidó como potencia del Pacífico Sur y del Subcontinente Austral, gran parte de ello, gracias a la temprana estabilidad política de la época, el pragmatismo y austeridad de la aristocracia y, por qué no decirlo, a los triunfos militares tanto internos como externos que permitieron sostener dicha estabilidad, incluso a golpe de fusil y con la crudeza de reprimir al compatriota. Bajo esas circunstancias se fraguó el Estado de 1833, del que el Estado de 1925 fue su dignísimo legatario y de éste, a su vez, el de 1980. Es decir, el modelo de Estado siempre ha sido impuesto por la élite aristocrática y colgando de ésta. No podemos permitir que el destino de nuestro país «penda y dependa» de un pequeño grupo de «iluminados» (autoproclamados, por cierto).

El propio Diego Portales, en los años 30 del siglo XIX, por vía epistolar reconocía que el sistema político en Chile se sostenía por «el peso de la noche», la tendencia general de la masa a mantenerse en reposo, lo que es el principio básico de la inercia ¡Pero cuidado! La inercia manda que si bien el cuerpo en reposo se mantendrá en reposo, también tiene su viceversa: El cuerpo en movimiento, tiende a mantenerse en movimiento.

Ayer Magallanes y Aysén, hoy Chiloé con gloriosas jornadas nos han dado muestras de que al parecer la aurora comienza a despuntar en Los Andes; dichas jornadas han puesto en jaque a la institucionalidad, han forzado al gobierno a ciertas decisiones que al principio se mostraba reacio o aun las negaba de plano y, ojo, algunos dirán que son fueron movimientos peticionistas, al menos Aysén no lo fue; Aysén se alzó inicialmente contra el extractivismo centralista, no fue para exigir beneficios, fue para evitar un perjuicio y simplemente oponerse como región a un proyecto que contaba con su territorio mas no con su consentimiento.

Crisis moral –y sin embargo, se mueve–.
Me parece que no somos felices, decía hace casi 116 años don Enrique Mac-Iver en su discurso sobre la Crisis Moral de la República; eran los años dorados de Chile (en lo macroeconómico, claro), la industria calichera estaba en pleno apogeo y sin embargo, no éramos felices.

La situación se puede imaginar como la de un barco que navega en alta-mar o la de un tren dentro de un túnel del que no se ve la salida. Marchamos sin rumbo y la situación es bastante similar a la de principios del siglo pasado, la economía nos determina, carecemos de un proyecto nacional, nadie sabe para donde vamos, pero vamos; a veces más rápido y otras más lento, pero vamos.

En los años 30 nos reventó en las manos la crisis del salitre y a mayor desgracia, el 39 un terremoto para el que no estábamos preparados nos sacudió destruyendo la incipiente industria que comenzábamos a erigir, sin embargo ese tocar fondo caló hondo en la política económica –la que más por un asunto de voluntad política que de ejercicio de soberanía popular– implementó un plan de inversión estatal enfocada a Economía Sustitutiva de Importaciones. Parecíamos encontrar el rumbo, aunque a media máquina y haciendo aguas, el país marchó hasta 1973 con un rumbo conocido las aspiraciones nacionales parecían verse realizadas o en camino de realizarse.

Desde el 74, con el Ladrillo, se le forzaron calderas al buque, aumentando su velocidad, pero nuevamente alejándose de la costa. Sus tripulantes vuelven a desconocer la ruta; no es la propia senda.

A menudo se ha afirmado que el pensamiento nacionalista clásico es reticente a cambios, se erige sobre la base de una concepción organicista de sociedad y que es por tanto, una entelequia inmutable, perfecta y armónica. Esa perfección sólo la encontrará en Dios –el creyente– y aún el agnóstico o ateo considearán que dichas cualidades parecen ser más de algo divino que algo humano y terreno, de ahí entonces que considerar perfecta a la organización es un dogmatismo que debemos evitar a toda costa. Dicha afirmación resulta ser de suyo alejada de lo que la historia nos ha dicho de nuestros antecesores.

A inicios del Siglo XX surgen diversos movimientos nacionalistas más o menos revolucionarios, entre ellos: El movimiento del Centenario en Chile1, el MNSCH, el Justicialismo en la Argentina y Falange Española de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalistas en la Madre Patria, junto con su legatario nacional, el Movimiento Revolucionario Nacional Sindicalista; es decir, surgen como movimientos que sin ser directamente antisistema, son asistémicos, no entran en la Arena política bajo reglas típicas, no se califican ni de izquierdas ni de derechas, aun cuando pueden tener matices más de éstas o de esas.

Hoy la República de Chile sufre una de sus más graves crisis de legitimidad, al punto de que en la última elección Presidencial y Parlamentaria la participación no superó el 42% de los ciudadanos habilitados para sufragar. El sistema de representación está haciendo aguas por donde se le mire y el Estado actual dista mucho de representar ni aún de cerca los intereses nacionales.

Más allá del nacionalista timorato, me considero un tipo abierto a cambios, más de los que muchos camaradas entenderían. Aclarado el punto, procedo a indicar pensamientos vagos y muchos aún inconexos al respecto. Recientemente arribado a algunas ideas que por cierto, necesitan pulirse.

Antes que la nación, existe el humano. Ésa no se concibe sin éste, partir del más irrestricto respeto por los derechos inherentes de éste es y será deber de todo nacionalista el de promover este respeto, ningún camino que se aleje de estas premisas será pues, legítimo por muy elevados y nobles que sean sus fines.

Nuestra piedra angular de pensamiento es la fraternidad entre los hijos de un mismo pueblo y en consecuencia surge la necesidad soberana de considerar al co-nacional como un igual en voz y voto y, es por eso que la democracia es el sistema a que se debe propender; aún cuando ésta se comprenda de diversas formas, sobre el particular cabe precisar que somos occidentales, españoles y católicos sin dudas una variopinta mezcla de la que surge cierta idea de dignidad humana erigida sobre la base de su naturaleza individual un microcosmos como dirían los antiguos griegos; por ese motivo rechazamos a priori toda doctrina insectificadora que considere al Hombre como un medio y no como un fin en sí mismo.

La nación adquirió ya la mayoría de edad, a principios del siglo XIX quizás pudo ser necesaria la voz rectora de un Estado paternalista y hoy es momento de replantearnos la idea de nación, por de pronto, reconstruir el Mito Fundacional o re-mitificarlo.

Jamás el pueblo Chileno le ha podido otorgar íntegramente una organización jurídica propia a su Estado, siempre le ha sido impuesta ¡Nos han tomado por incapaces! José Antonio al intentar definir España, fue decidor al respecto; España no se justifica por una raza o una lengua; España se justifica por su afán imperial para unir pueblos. Esto es, una empresa nacional, un nuevo ideal que irradie a nuestro pueblo en pos de un fin común, el bote en el que todos rememos hacia el mismo lado y es por eso que debemos antes de pensar en aunar esfuerzos, definir en pro de qué serán y eso se logra no con una nueva Constitución, sino con el proceso de elaboración de la misma; con el ejercicio soberano de templar ideas en un fogón, donde rotos y pijes, indios y huincas tengan no sólo el derecho, sino el deber de aunar posiciones y criterios en pro del bien común y de la empresa común.

Cabildo desnaturalizado.

Nos han hecho creer que un cabildo es una mera reunión de personas con cierto poder deliberativo o que tiene atribuciones municipales, mas lo cierto es que el Cabildo es mucho más que eso que quieren hacernos creer. El noble cabildo hispano, de herencia austríaca es depositario de la voluntad del pueblo; entre otras cosas, el Cabildo tenía las atribuciones suficientes como para nombrar o deponer al gobernador del reino, atribuciones que exceden con creces a las de una reunión de personas con carácter meramente consultivo…

Dicho lo dicho ego dixit non serviam a un proceso que no pasa más allá del frío formalismo, meramente consultivo y que mantiene una lógica piramidal de poder que ni siquiera respeta las máximas de un poder ejercido directamente por el Soberano, sino que por decreto de un simple mandatario éste pregunta a sus mandantes ¡Pero no queda obligado a respetar lo que éstos digan! Eso es una quimera de democracia. Nada asegura que el texto definitivo se parezca un palmo a la idea original planteada en esos encuentros ciudadanos.

De lo anterior y a modo de conclusión, cabe destacar que si bien el objetivo del proceso es noble y necesario para la reconstrucción de la identidad nacional, la forma es dudosa, panfletaria y lo más grave, mantiene el poder cautivo en su cetro, al contrario de lo que se esperaría, que sea el pueblo el que sube y le delega el poder al Estado, sucede que por Decreto, se «autoriza» al pueblo para hablar sobre lo que quiere del Estado, pero sin que sea su opinión vinculante. Eso es una humillación, es nuevamente tratarnos a nosotros mismos de incapaces.

A modo de cierre, creo conveniente hacer el llamamiento a todo aquel que defienda ideas de soberanía popular debe restarse de esta quimera. Nadie que tenga por ideal el que la soberanía ha de ejercerse directamente por el Soberano y ejecutada –no ejercida– por sus representantes; esto quiere decir que el representante está siempre sujeto a lo que disponga el Soberano siendo de esta forma, el representante una suerte de empleado.

[1]Sin ser expresamente político, se erige como un movimiento filosófico que llega a criticar la obra del Estado de Chile de ese entonces; hablando don Malaquías Concha de la Crisis Moral de la República.






Francisco Javier Urzúa Rodríguez.
Estudiante Derecho U.C.T.









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